En la adolescencia se produce una importante maduración física, neuropsicológica y social. Se suele decir que es una etapa difícil, y aunque sea crítica en algunos aspectos, es en realidad una edad clave y supone una gran oportunidad para acompañar a los y las menores en su desarrollo. La terapia en este momento resulta muy útil para fomentar sus capacidades cognitivas y racionales como la toma de decisiones, la construcción de valores y principios y la asunción de responsabilidades; entrena y mejora las habilidades interpersonales para desenvolverse a nivel social, familiar, en la escuela, y, sobre todo, con el grupo de iguales, de una manera funcional, saludable y asertiva; les ayuda a conocer y gestionar sus emociones tan presentes en esta etapa donde el cerebro emocional se encuentra muy activo. Y favorece la construcción de su identidad, mejorando la autoestima, el autoconocimiento y potenciando las fortalezas de su personalidad.

La terapia psicológica en estas edades (la adolescencia puede abarcar desde los 12 hasta las 21 años) aborda problemáticas y dificultades propias de esta gran transición desde la infancia hacia la adultez: problemas emocionales y de conducta, inseguridad, timidez, ansiedad, depresión, fobias, habilidades sociales e integración social, bullying, dificultades académicas, orientación vocacional y profesional, problemas con la alimentación, relaciones afectivo-sexuales, identidad sexual y de género, control de impulsos, adicciones, conductas de riesgo o atípicas.

La implicación de la familia, y de la escuela según el caso, es fundamental para que el proceso sea completo y efectivo, ofreciendo a los padres y madres herramientas para mejorar la comunicación y acompañamiento a los y las menores.